Revoluciones, crisis económicas y la tan devastadora enfermedad de la vid, la filoxera, son embates que a lo largo de su historia han interrumpido el desarrollo del sector del vino en nuestro país, pero que no han impedido que con trabajo duro y perseverancia de sus fundadores se haya trazado cada vez una nueva hoja de ruta hacia la construcción de grandes zonas agrícolas como lo es el Valle de Guadalupe.

Hoy, este esfuerzo se ve amenzado una vez más por una nueva plaga: empresarios sin escrúpulos que buscan enriquecerse al amparo de la ilegalidad y la corrupción.
Y es que el éxito del Valle de Guadalupe como región enoturística atrajo inversión privada que busca privilegiar la ganancia económica inmediata sobre la importancia de preservar la tierra. Antros, bares, foros, desarrollos inmobiliarios y anfiteatros para eventos masivos devoran el territorio del Valle de Guadalupe que cada año que pasa ve sustituida su área de tierra cultivable por placas de concreto.
Fueron necesarios 30 años para construir la grandeza del Valle del Guadalupe como región vitivinícola y han bastado 5 años (de 2014 a 2019) para destruir el 18% por ciento de sus tierras cultivables. De continuar esta tendencia, según el Instituto Metropolitano de Investigación y Planeación, para 2037 ya no quedarán espacios para continuar con su tradición agrícola.
La posibilidad cada vez más real de que el Valle de Guadalupe quede sepultado entre «el gandallismo y la construcción desordenada» a decir de Natalia Badán dueña del Rancho el Mogor y una de las fundadoras del Valle de Guadalupe, ha movilizado a un grupo de enólogos, vitivinicultores y chefs de la región para demandar una vez más que se respeten las leyes existentes y que las autoridades abandonen su indolencia para dar paso a hechos concretos que preserven el Valle de Guadalupe.
«Rescatemos el Valle» es una coalición que busca poner freno al descontrolado asentamiento humano que trae como consecuencia efectos directos sobre el agua, el suelo, la agricultura, la comunidad y el paisaje y que además busca una responsabilidad triangular entre autoridades, empresarios y opinión pública.
Esta última es a la que apela «Rescatemos el Valle», como el vehículo primario de la concientización para divulgar la importancia de rescatar uno de los patrimonios más importantes que tiene México, ya que las condiciones de suelo y clima que posee el Valle de Guadalupe para producir uva de calidad son únicos.
Una vez más nos encontramos ante un reto histórico y el antídoto contra la plaga de la voracidad son las voces unidas reclamando los espacios agrícolas como la única vía para la conservación no sólo de la identidad vitivinícola mexicana sino la vida misma dentro del Valle de Guadalupe.
Porque después de todo y parafraseando a Fernando Pérez Castro fundador de vinícola La Lomita, lugares para bailar y escuchar un concierto hay muchos, pero espacios para plantar la vid ya quedan muy pocos.
La tierra no nos pertence, pertencemos a la tierra