Una de mis partes favoritas cuando voy al súper el fin de semana es cuando estoy frente a la máquina expendedora de vino, ubicada justo en medio del área gourmet del Chedraui Selecto que acaban de poner cerca de mi casa. La disfruto por dos cosas importantes:

1.-Hay pruebas de vinos hasta en…¡13 pesos!(dependiendo del vino). 2.- Porque me gusta mostrarle el camino de la verdad a las personas que dan vueltas curiosas alrededor dela maquinita mientras me observan con copa en mano y no tienen idea como funciona o de qué va la cosa. Comprendo muy bien su asombro, como si estuvieran viendo el aterrizaje de una nave espacial, porque en el norte de la CDMX las marcas generalmente nos tratan como parias, no hay dinero, no nos mandan cosas «guay» como dirían los españoles.
Muchas personas se alejan, pero otras se animan, se me acercan, preguntan por los vinos e intercambiamos gustos y opiniones (mi parte favorita). A veces me siento como animal en abrevadero, todos reunidos alrededor del líquido vital, buscando socializar, pero me acuerdo que es vino lo que estamos tomando y se me pasa.
Hay quién, creyendo que me la sé de todas todas me solicita una recomendación: «Un buen vino que no esté muy caro para quedar bien con un doctor». Como yo no sé que presupuesto tenga la gente siempre recomiendo el Malbec de Trapiche, porque es muy amable con el paladar y por menos de 200 pesos puedes tener buen vino que pasa por caro, de hecho, esta marca yo la conocí en el restaurante el Zorzal que está en la condesa, donde me vendieron la copa a 90 pesos (robo).
Si alguien tiene una mejor sugerencia de: «vinos no muy caros para quedar bien» favor de escribirla en los comentarios.
Me he encontrado de todo frente a la dichosa maquinita, hubo un señor que de plano me mandó a volar diciendo que por el precio de la copa completa el se compraba un Bacardí. No quise debatir la blasfemia que acababa de proferir porque en gustos se rompen géneros y se deshacen estómagos, cada quien se mata con su veneno favorito.
Para los que tienen la duda y vivan cerca del Chedraui Selecto Lindavista, sépanse que no tiene ciencia «sacarle jugo». Van a las cajas del área de comida, piden una tarjeta que parece una de metrobús, la recargan desde 100 pesos, se paran con aplomo y cara de sapiencia frente a la expendedora y la introducen. Una vez que el sistema la ha leído, el display les dirá cuánto crédito tienen. Ciertos de que les alcanza para varias pruebitas o para un par de copas, según su sed, toman su copa, la ponen debajo de la llavecita frente al vino que quieren degustar, oprimen el ícono de su elección (prueba/media copa/copa completa) y lo presionan hasta que escuchen un click que precede al tintineante chorrito de vino. Ya está, ¡a beber!
Espero encontrarlos pronto frente a la maquinita de vino, sólo recuerden que yo ando por allá en sábado y que para mayor referencia, soy la mujer que, aún con la copa en la mano a medio tomar, doy círculos entusiastas alrededor de la expendedora buscando un nuevo vino para conocer.